Por Evelyn
Raetz Poco sabemos
de Curaçao, aparte de ser una islita en el Caribe y donde producen un dulce
licor de color azul.
Que en aquella islita existió y existe una rica cultura musical es lo que nos viene a revelar la obra del investigador holandés Tim de Wolf. Técnico, arqueólogo y restaurador de música, de Wolf ha dedicado décadas de su vida al rescate del patrimonio cultural de las Antillas Holandesas, Curaçao y Aruba.
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investigador holandés Tim de Wolf |
Esa inmensa
labor ha sido posible gracias a una beca de la Fundación Prins Claus, además de
haber sido otorgado el Premio de la Fundación Prins Bernhard en el 2007, que
dejaron como fruto la excelente antología “Riba Dempel”, un CD variado con
grabaciones remasterizadas de los años
1950 hasta 1954, al que acompaña un librito muy detallado, y el libro
“Discography of Music from The Netherlands Antilles and Aruba”.* Este libro
incluye la historia de las grabaciones realizadas más la discografía completa,
desde sus inicios en 1948, hasta los 60. Una segunda edición más extensa - que va a incluir la discografía hasta los
fines de los 70 - está en preparación.
Estos textos
han sido escritos y publicados en inglés, y por ser tan valiosos e
interesantes, pensé de llevar a la consideración del lector de habla hispana
una idea de qué era la escena musical en Curaçao y Aruba, como a la vez hablar
de la gran tarea que está realizando Tim de Wolf.
Hace un mes
tuve la suerte y el honor de conocer a Tim de Wolf en una Feria de Discos en
Utrecht (Holanda), donde Tim presentó una grabadora de vinilos Rek-O-Kat, de
las mismas que fueran medio de grabación en Curaçao en los 50.
En ese feliz
encuentro acordamos hacerle una entrevista, y la realizamos el 20 de diciembre
por vía telefónica. Resultó una hora de animada y alegre charla, muy
informativa y en un cóctel idiomático entre inglés, alemán y un poquitín de
papiamento – éste último es el lenguaje de las Antillas Holandesas y Surinam, un
“criollo” de raíces portuguesas, africanas e inglesas.
Pero antes de
presentar la conversación, quiero dejarles un breve resumen de la historia de
la música bailable de – ante todo – Curaçao.
Curaçao, Aruba
y Bonaire forman parte del conjunto de islas de Sotavento, cerca de la costa
norte de Venezuela, que fueron colonias primero españolas, por poco rato, y
después holandesas, desde el siglo XVI hasta el pasado. De clima seco y tierras
coralinas poco fértiles, la agricultura no daba buen resultado; los intentos de
cultivar caña sólo duraron unos años, pero causaron la demanda de obreros,
esclavos traídos desde África, y con el tiempo Curaçao se convirtió en uno de
los centros más importantes de su tráfico. Y no solamente de esclavos, gracias
a su puerto Schottegat, el puerto natural más grande en todo el hemisferio
occidental. Pronto Willemstad, la capital que crecía alrededor del puerto, iba
a ser un mercado importantísimo para el tráfico de mercancías entre Europa y el
Caribe.
Curaçao
aumentó aún más en importancia con la explotación y el uso del petróleo. Dado
que los puertos petroleros de Venezuela no tenían capacidad para recibir naves
grandes, el petróleo era transportado en barcos pequeños hasta Curaçao, y allí
trasladado a los grandes buques petroleros, negocio que por muchos años daría a
la isla una significante prosperidad.
No asombra que
en este ambiente de bienestar, bajo un sol eterno, Curaçao desempeñara el papel
de un apreciado lugar turístico, donde se gozaba y bailaba en lujosos hoteles y
casinos.
La música, por
supuesto, tenía que ser de colorido local, caribeña y alegre.
Como era de
esperar, abundan los ritmos, aires y estilos musicales de un pueblo
afroantillano. Cabe destacar y mencionar algunos:
1. la tumba y
el tambú, música autóctona popular
2. la danza,
la mazurka, el waltz, el son y la guaracha, músicas de origen foráneo adaptadas
a la cultura local.
La Tumba
Según
referencias en “Music in Latin America and the Caribbean Vol.2”, “tumba” proviene de la palabra congoleña
“djumba”, y es una danza de pareja que desde el siglo XVII existía en Curaçao y
Aruba, y se bailaba en todas las clases sociales. Su más conocida forma es la
carnavalera; puede tener carácter de comparsa callejera, pero al igual ser
adaptada e interpretada por una Big Band, en un prestigioso salón de baile.
Destaca en la
interpretación y popularización internacional de ella la familia Palm, con los
compositores Jan Gerard Palm (1831–1906); su nieto Rudolf Palm (1880 – 1950),
multi instrumentalista y director musical; John y Jacobo Palm, hermano y primo
de Rudolf, más su hijo Edgar Palm ( 1905 – 1998), famoso pianista.
El Tambú
Tambú
significa “tambor” y es, digamos, el “blues” que expresa la experiencia de una
vida dura, y por la rítmica será algo como la samba o la champeta curazoleño.
De carácter muy africano, rural, se ha conservado en el folklore hasta el
presente.
Danza, Mazurka
y Waltz
Llegaron de
los salones europeos, y en las Antillas Holandesas han tenido la misma
popularidad que en otras muchas regiones del mundo.
El Son y la
Guaracha
La inclusión y
la popularidad de esta música cubana se explican con el hecho de que en los 30
y 40 del siglo pasado – época de baja economía –, muchos curazoleños, hasta la
mitad de la población masculina, buscaron fortuna y sostén como trabajadores en
las zafras de caña en Cuba. Tan alta era la cifra de emigración temporal, como
fue impactante la música encontrada allí. Cuando en los 40 la situación en
Curaçao y Aruba mejoró, regresaron los obreros, llevándose bongós, tumbadoras,
treses y las melodías cubanas a sus tierras natales, que en adelante se
escucharon, bailaron y apreciaron allí..
Entrevista con
Tim de Wolf
Poder escuchar
esa rica herencia musical hoy en cualquier parte del mundo, se lo agradecemos a
entusiastas como Tim de Wolf
Los invito a
leer a continuación lo que nos relata y revela Tim:
ER (EVELYN
RAETZ): Dear Tim, cuéntanos cómo llegaste a conocer la música de las Antillas
Holandesas y por qué razón te has interesado tanto en ella.
TDW (Tim de
Wolf): Eso sí es algo divertido ... Todo empezó cuando yo tenía unos 10 años y
mi padre me dejó unos discos, diciendo que haga con ellos lo que se me
antojase, y me fascinaron. Desde muy pequeño -- un niño de 5 años -- siempre
adoré ver a mi padre poniendo y grabando discos. Él era locutor y director de
programas de radio. Así estaba ya en el medio de grabaciones y la tecnología
sin aún saber qué era y con estos discos regalados que cuidé con mucha
atención, se me ocurrió por preguntarle cómo era el proceso de fabricarlos. Mi
padre, aunque era más de la parte de programación, tenía también un buen
conocimiento de la parte técnica y me explicó cómo se graban, cortan y
multiplican los discos. En adelante empecé a coleccionar 78s. Esto es el lado A
de la historia...
El lado B es
que unos años después, tenía yo como 18 años, conocí una chica curazoleña.
Pues, nos hicimos más que solamente buenos amigos y un día en la casa de ella
le pregunté a su mamá que si existían discos, y si se grabaran discos en
Curaçao, a lo que ella me contestó que no, que de eso no había allí. Pero pocas
semanas después di con unos discos de Curaçao y Aruba en un mercado de pulgas,
los compré y se los llevé a la madre de mi novia: “Mire usted que me encontré”.
Los escuché en casa y me fascinó esa música, esos extraños nombres de artistas,
y de sus números de serie pude concluir que debían existir otros más. Eso fue
en 1982 -- por ahí --, y en adelante busqué y compré todo lo que
encontraba de esa maravillosa música. Había conseguido unos 30 o 40 vinilos,
cuando en el ‘89 visité por primera vez la isla de Curaçao y comencé a
investigar y buscar información alrededor de grabaciones hechas en las islas.
EV: ¿La música
de Curaçao fué la primera o única que conociste de la música caribeña?
TDW: Sí. Ya te
conté de mi novia y, cuando todavía en proceso de cortejo, digamos, trataba yo
de impresionarla luciendo conocimiento de su cultura. Para eso revisé y busqué
en los archivos de mi padre, dí con unos libros sobre Curaçao y también hallé
un LP de Edgar Palm, el famoso pianista, que muy orgulloso le enseñé a la niña.
Ese disco de
Edgar Palm incluía waltzes y mazurkas, típicas del repertorio curazoleño, al
lado de interpretaciones de temas de Chopín, entiendes, un disco que refleja la
idea y era del gusto europeo de la música antillana.
En el 1971 mi
padre había visitado Barbados para elaborar programas radiales de promoción
para el turismo. El realizó la producción de un LP de Steelbands que me gustó
mucho. Así, desde el inicio, sentía amor por ese tipo de música.
EV: ¿Lograste
conquistar a tu novia con el disco de Edgar Palm?
TDW: No tanto,
en realidad para ella no era gran cosa. Se había criado en Curaçao y tú sabes,
allí la música está en todas partes, así que para ella era algo muy común. Un
“ah, ok” fue todo su comentario...
En esas islas
hay instrumentos musicales en cada casa, todo el mundo sabe tocar o cantar. Por
un tiempo el gobierno hasta implementó una tasa de importación para pianos,
porque trajeron y vendieron tantos...
Recuerdo bien mis visitas a Aruba, donde normalmente me quedo en la casa de
Vivian Lampe, la hija de Juan Chabaya “Padú” Lampe.
Cuando hacen
reuniones -- y las hacen a menudo; puede decirse que buscan razones para hacer
un “party” –, siempre quedo impresionado de cuánta gente sabe tocar un
instrumento y los tocan bastante bien. Cualquiera coge un instrumento y empieza
a tocarlo, sea lo que sea, de vientos o de cuerda, no les causa dificultad. Qué
grande mi pena, cuando en una de esas ocasiones me entregaron un güiro, invitándome
a acompañarlos, y no sabía ni de lejos qué hacer con eso... (ríe). Para mí,
siendo un holandés, tú sabes, ritmo no es lo que corre por mis venas....
EV: De
talentos hay muchos... De ti se sabe y reporta que eres un arqueólogo musical y
restaurador de grabaciones.
TDW: Ajá, sí,
de eso sé un poco más. Ya había mencionado mi interés en el método de grabar
discos y, cuando tenía 15 años, mi padre, de regreso de un paseo en bicicleta,
me dijo: “Mijo, vimos en una tienda de empeño una vieja grabadora de discos.
¿Te interesaría?” “Como no, papá, claro...”, le contesté, y ya el día siguiente
fuimos a la tienda a ver el equipo.
Yo compré la
máquina de inmediato. Tuve que pedirle un préstamo a mi padre; no era muy
barato el aparato, pero quería tenerlo costase lo que costase, aunque me
quedara sin un peso por el resto del año. (ríe)
No era un
equipo profesional, pero con esa máquina empecé a estudiar la manera de grabar,
a experimentar y también probé cómo reproducir mejor los discos. Así, aparte de
aumentar mi conocimiento de grabar y cortar vinilos, invertí en agujas y
tocadiscos, siempre buscando el mejor sonido posible. Fue un proceso de veinte
años dedicando cada minuto libre a esas técnicas. Digo los momentos libres,
porque, como todo el mundo, tenía que finalizar mis estudios y trabajar.
Trabajé en la universidad por una época, pero el proyecto terminó y así quedé
pensando en qué hacer para ganarme la vida. Resultó que en un programa radial
me enteré de la existencia de la Fundación Prins Claus, una gran fundación
cultural que subvenciona actividades y proyectos culturales. Uno de los
programas es la preservación de las culturas en las regiones ex-coloniales.
Siendo la música grabada en Curaçao y Aruba un importante factor de la
expresión cultural de un pueblo no holandés, pero a la vez parte del imperio
colonial, mi proyecto le cabía como anillo al dedo. Me apliqué y me concedieron
una beca que me permite seguir con las investigaciones y dedicarme a tiempo
completo. También pude invertir en un buen equipo de digitalizar y mejorar el
sonido de los 78s.
Así que
podemos decir arranqué en serio, eso era en 1998. Un importante aspecto de una
cultura es el idioma, y gran parte de la música de Curaçao y Aruba se
interpreta en papiamento, el lenguaje original.
ER: Así con el
apoyo de la beca pudiste optimizar tu equipo y ya era digital...
TDW: Sí, el
avance de la tecnología y las posibilidades de la restauración digital de audio
son de gran ayuda.
Bueno, ya te
conté de los inicios. Otro cuento del tipo “lo que el abuelo contaba” es que en
otro viaje a Curaçao, creo que fue en el 92 o 93, descubrí una vieja pero
inmensa bodega, y resultó ser el archivo completo de los estudios de Henríquez,
uno de los dos más destacados empresarios que tuvo Curaçao en los 40 y 50, con
su sello “Musika”.
El otro es
“Hoyco”, de la familia Hoyer que todavía existe, al menos como estación de
radio. Ellos mantienen un archivo, aunque pasó por algunas catástrofes, como
inundaciones y cosas así.
La situación
con Henríquez era más complicada. Thomas A. Henríquez, igual que Horacio Erasmo
“Juacho” Hoyer, empezó a grabar música local por el año 1950. Ambos tenían
tiendas de música y equipo deportivo, y realizaron las grabaciones en horas
nocturnas, para no afectar el negocio, o los fines de semana, cuando había
menos tráfico en la calle – la insonorización de sus “estudios”, en realidad
las trastiendas, no era tan buena.
Hoyer siguió
grabando y produciendo discos hasta el 1953, cuando optó por dejar las
grabaciones e instalar una radio emisora. Henríquez siguió produciendo y
vendiendo discos hasta su imprevista
muerte en el 1955, con solamente 42 años de edad. Pero el mayor desastre
ocurrió el 30 de mayo del 1969, cuando en una revuelta encendieron la tienda y
se quemó el edificio completo con todos los discos que todavía estaban
almacenados allí. Con esta pérdida, la familia de Henríquez abandonó el negocio
y la bodega, situada en otro lugar, cayó en el olvido.
Con esto en
mente, uno puede imaginarse qué grande fue la sorpresa al descubrir esa bodega
décadas después, con miles de discos dentro, todos nuevos -- mejor dicho, nunca
usados y en perfecto orden numérico, acorde a su fecha de producción. Digo
miles, pero debo precisar que de algunas ediciones había cien o más copias, de
los que no se habían vendido bien.
También
estaban allí los más raros, difíciles, que no se consiguen – tal vez porque en
su tiempo no tuvieron éxito y por eso circulan muy pocas copias – de toda
manera encontré discos que había buscado por años, sin dar con ellos, y
hallarlos allí en perfectas condiciones.... no solo era la gloria para mí, sino
sirvió para demostrarles a las autoridades de la fundación que sí vale la pena
buscar, y también es magnífica referencia para calcular cuántos ejemplares
fueron prensados, de qué manera, y, en fin, una gran ayuda para completar la
discografía.
ER: Te
refieres al libro “Discography...”.
TDW: Sí. Había
empezado con una discografía para mi uso personal, para tener a la mano una
referencia mientras estaba buscando discos. La discografía completa que salió
en forma de libro en 1999, la empecé a recopilar alrededor del 98.
Entre 1989 y
1996 visité Curaçao varias veces, todavía con mi novia que mencioné antes, cada
vez para unas 5 a 6 semanas; era para ayudar a su padre, un anciano ya, para
arreglar y renovar la casa de la familia, cosas así. Nos separamos en el 96,
pero eso no marcó el final de mi amor por esa música, y en el 98 volví a la
isla; me quedé 3 meses para investigar a fondo y a solas -- ahora dediqué todo
mi tiempo y energía a la tarea. A esa altura pienso conocí un 90 % de las
grabaciones. Hablé con muchos músicos de antaño, preguntándoles por los
detalles del proceso de grabación, los estudios, el equipo en uso etc., y de
sus recuerdos se formó una imagen clara. Otra fuente fueron los archivos de los
periódicos; tocó revisar cientos de ediciones, miles de páginas para sacar
datos de publicaciones y eventos. Están archivados, algunos en papel, otros en
microfilm, pero no existen índices que faciliten la búsqueda como los hay hoy
en día con la tecnología digital. Estamos hablando de un periodo de 10 años,
desde el 1948, cuando se grabó el primer disco, hasta más o menos el año 1958.
ER: Ahora
déjanos hablar un poco de la música que se tocaba y escuchaba en las islas por
esa época.
TDW: Bueno,
debo decir que mi enfoque es más la tecnología que los estilos de música; no
soy un etnomusicólogo, así solo puedo reflejar la vista personal de un simple
aficionado.
Sabemos que la
música de Cuba ha tenido gran influencia en la música bailable de Aruba y
Curaçao desde los años 30. Fue un tiempo de fuertes problemas económicos que
obligó a muchos isleños a buscarse trabajo en otras regiones, y una opción era
irse a Cuba, donde la industria azucarera incrementaba, y se necesitaba mano de
obra en las cosechas de la caña.
Eso duró hasta
principios de los 40, cuando las Fuerzas Aliadas Marinas establecieron una base
en el puerto de Curaçao para abastecer su flota con gasolina. Recuerda que ya
existían las refinerías de petróleo en Curaçao y Aruba, y el puerto grande y
profundo era perfecto para estacionar las naves de guerra. Volvió a mejorar la
situación en Curaçao, y con los barcos llegaron también sus tripulaciones,
buscando diversión. Hay una anécdota sobre unos soldados de un submarino alemán
que se escaparon para ir al cine en Curaçao... ni les fue difícil; como tú has
visto, los cines de Punda u Otrabanda (barrios de Willemstad) están situados a
20 metros de las orillas, cuestión de cruzar la calle no más ... (rie)
Lo raro que
suene para nosotros los europeos, pero la gente de Curaçao y Aruba dicen:
“Celebramos la Segunda Guerra Mundial; para nosotros fue la época de oro”.
Regresaron los
obreros de Cuba y trajeron la música de allí. Gustó mucho – como en todo el
mundo – en Curaçao, con su gente caribeña.
Buen ejemplo
es el tema del Sexteto Boelijn del CD “Riba Dempel”, “Vivir, dejar vivir”.
En esa época
dorada se fundan los primeros estudios
de grabación, había demanda para música y mucho dinero. Terminada la guerra la
situación económica no bajó, la exportación de petróleo hasta aumentó, el
mercado de automóviles creció en todo el mundo, llegó el turismo. Todos esos
factores apoyaron el desarrollo de los estudios.
Claro, no se
puede hablar de una “industria” como tal, las empresas de Henríquez u Hoyer
eran relativamente pequeñas, ambos financiaron las grabaciones y producciones
de su propio bolsillo. Las dos empresas, Hoyco de Hoyer y Musika de Henríquez,
seguían publicando discos hasta el 1955 – ya lo mencionamos.
Entre el 55 y
el 58 hay un vacío donde no se graba ningún disco, hasta la llegada del
empresario Abraham Capello, quien fundó el sello “La Bonanza”. Capello era
propietario de una tienda de música donde vendía instrumentos, partituras y
discos, y con la desaparición de los dos sellos locales, él decidió fundar su
propia. A diferencia de Hoyco y Musika, no tenía estudio de grabación, sino que
utilizó los estudios Curom, inaugurados en 1954, de la Compañía de
Radiodifusión de Curaçao; tenía un estudio con excelente equipo técnico.
Capello mandó
a fabricar sus discos en Alemania con la Deutsche Grammophon Gesellschaft. Los
números de matrices del sello “La Bonanza” no son consecutivos, es un poco
difícil averiguar cuántos discos se han producido. Grabados en cinta magnética,
algunas producciones salieron en casete, otras en 45s, y de su contenido más
tarde, si eran exitosos, se publicaron LPs.
El catálogo
incluye obras de Edgar Palm, del Conjunto Típico Santa Rosa y de “Padu” Lampe,
mayormente la música local que estaba de moda. Ya en el 1949, Capello había
apoyado la grabación de una orquesta de Surinam, “De Zapakara’s” de Lex
Verwuurt, inspirado por un programa radial en Radio Nederlands.
Otra empresa
fué la de los hermanos Jesurun, Benjamín y Arthuro, la “Benarsa”. Ellos también
tenían una tienda de discos; además eran distribuidores de las rocolas
Wurlitzer, y para el mercado local necesitaban colocarles discos de música
local y actual. Los hermanos optaron por encontrar la música para el gusto
popular entre los músicos de la isla. Aparecieron en ensayos y presentaciones,
y animaron a los artistas a grabar los temas que escucharon allí. Igual que “La
Bonanza”, las grabaciones se hicieron en los estudios Curom, generalmente en
horas nocturnas, cuando el equipo no se usaba para la radio transmisión.
Les fue
bastante bien y el éxito de la música antillana duró hasta mediados de los 60,
cuando el mercado musical fue invadido por la música al estilo de los Beatles.
Eso ocasionó
que en adelante se grabaron más discos del pop anglosajón o de música soul.
Seguían tocando las bandas y orquestas “típicas”, pero la clientela estaba
dividida en dos: por un lado la juventud que pedía la música de la nueva onda y
por el otro lado la gente mayor, que prefería quedarse con lo tradicional. La
música producida para el turismo sí era de aire caribeña, pero más bien de
carácter “easy listening”, ese tipo de música de piano que le cae bien a
cualquiera. Una música algo sofisticada, agradable, pero sin nada bravo ni
fuerte, no sé bien como decirlo...
La juventud
rebelde mandaba, hubo bandas locales tocando música beat, una muy famosa eran
“Los Honda”, que llegaron a tocar hasta en Venezuela, donde se quedaron casi un
año. Grabaron unos discos de respetable éxito.
Los 60 no sólo
marcaron una década de rebeldía, fueron también años de enorme avance
tecnológico, se propagaron las grabadoras de cassette -- todo el mundo tenía
una --, eran baratas, y con ese simple medio muchos artistas grabaron su música
independiente de las casas discográficas. Apareció un sinfín de “sellos”
diminutos y de poca vida que apenas lanzaron uno o dos discos tipo “hecho en la
cocina”.
Entre los más
destacados empresarios encontramos a Arnel Job, que produjo unos 150 sencillos,
y a Rudy Plaate, compositor de éxitos, también de unos calypsos, quien creó el
sello “Erma”, por el nombre de su esposa. Esa “democratización” también
posibilitó a las orquestas grabar y sacar al mercado sus discos y venderlos sin
intermediario. La orquesta Estrellas del Caribe de Edgar Supriano, por ejemplo,
fundó su propio sello “Esdelca”. Boy Dap es otro nombre famoso que hasta la
fecha sigue con su empresa “Virmar”, que es una abreviación de “Virgen Maria”,
muy católico, muy religioso él, lo ví en el 2007 y seguía firme el “Boy”. Mayormente
se hicieron 45s, la producción de 78s había parado en el 58 en Curaçao; los
últimos fueron producciones de “Benarsa” que con el mismo número salieron
también en formato de 45s. Los LPs no abundaban en ese entonces, por ser mucho
más caros.
Bueno, así la
cosa en los 60 ... y solo cambió con la euforia para la música afroantillana
llamada “salsa” en los 70 y el merengue en los 80. Pero eso será temática de
mis futuras investigaciones; hasta el momento mi trabajo llega hasta el 1971.
Lo que sí
puedo asegurar es que la música de origen cubana nunca dejó de ser escuchada y
apreciada. Artistas como Celia Cruz, varias veces, la Sonora Matancera y
Arsenio Rodríguez visitaron y tocaron en Curaçao, y no hay baile donde no esté
presente el son.
ER: Me alegra
escuchar que la historia continuará. Te agradezco de corazón toda la valiosa
información que nos has dado y sobre los discos que has recuperado,
remasterizado y en parte reeditado -- queda mucha tela por cortar.
Volvemos ahora
a los dorados años 50, ilustrándoles la escena musical de Curaçao como Tim la
describe**:
TDW: Como
hemos mencionado antes, todas las grabaciones se hicieron en una atmósfera
amistosa -- los músicos se conocieron bien, habían actuados juntos por años,
amenizando las incontables fiestas y eran por lo general buenos amigos. Sin
embargo, a veces había pleitos. Julián Coco (guitarrista y bajista, *1924)
recuerda un acontecimiento: “Sucedió que el director de la banda con la que
tocaba se enfermó y me pidió reemplazarlo para una noche. Después del toque, el
anfitrión de la fiesta me llamó y me pidió decirle cuánto nos tenía que pagar
de “tasa”. Me sorprendí, nunca supe de ninguna “tasa”. Los músicos recibieron
comida y bebida, podían echar un pie a su gusto en las fiestas. Así, ¿Qué era
aquello de “tasa”? Resultó ser que nuestro director sí recibió un pago, pero
nunca lo repartió entre los músicos.
Así Julián
decidió llevarse los instrumentos de la orquesta como “prenda”. Los devolvió
una semana después, pero se quedó con el bajo en lugar de los pagos perdidos en
innumerables presentaciones con la banda.. Buen negocio puede decirse, porque
Julián empezó a ensayar con el bajo y se convirtió en un extraordinario
bajista.
Por la
abundancia de comida y bebida en las fiestas, las bandas solían crecer en
número para la ocasión -- ni hablar de las barrigas de los músicos... Siempre
había tipos que se “colaban”, una gente que no tocaba ningún instrumento, sólo
los cargaban y así entraban a las salas de baile dándose aires de importancia.
No era fácil, casi imposible evitar eso. Nadie quería buscarse problemas y
quién sabe si el hombre que excluyeron no tuviera una madre metida en artes de
la brujería... mejor rendirse que arrepentirse...
Algunos
músicos se protegían de la competencia de sus colegas, de manera que al soltar
un solo de gran vistosidad, o un tumbao complicado, se daban la vuelta para que
nadie viera como lo ejecutaban, para que nadie se lo pudiera emular. Se conoce
la anécdota de un cuatrista, que al terminar una secuencia imposible de tocar,
levantó la vista y dijo: “Me costó 20 años de aprendizaje, así que ni
intenten... jajá”.
La comunidad
de músicos en Curaçao era bien pequeña y dividida en dos partes: la de Punda y
la de Otrabanda (dos barrios de Willemstad separados por la Bahía de Santa
Ana).
Buena parte de
los músicos populares vivían en Otrabanda, y su centro de encuentro era la
peluquería de Augusto Boelijn (1913 – 1952), quien, aparte de su oficio de
peluquero, era bajista, guitarrista, cantante y un hombre culto. Hablaba
perfectamente español y hasta compuso algunos boleros en ese idioma.
Lamentablemente muy pocas composiciones suyas han sobrevivido en grabaciones.
Boelijn tocó por muchos años con la Orquesta Concordia, la primera orquesta
curazoleña en tocar música bailable, y la importancia de su participación se
demuestra en que la orquesta perdió calidad y se disolvió poco después del
fallecimiento del maestro Boelijn
La peluquería
de Boelijn estaba cerca de la tienda y los estudios de Hoyer, de modo que
músicos en búsqueda de trabajo se pasaron el día en la peluquería esperando una
invitación para grabar donde Hoyer. El solía buscarlos allí y también anunciaba
que iba a grabar en la noche. Así era fácil reunir a Boelijn, Luciano Henkel o
Augusto Gressmann.
Este último
era el “vive-bien” del barrio. Aparte de componer unas piezas que a veces
escribió en los bordes de un periódico, era un buen cantante, de un timbre único.
Todo el mundo lo conocía por su bondad; era de los que se quitan y regalan su
camisa si alguien le pedía ayuda, arreglaba casas porque tenía don de
carpintero y se comenta que al morir un pobre de la vecindad, Gressmann le iba
a hacer y regalar el ataúd. Por un tiempo tenía un “picó”, una camioneta con
equipo de sonido que alquilaba para fiestas o usaba para promocionar nuevos
discos, poniéndolos a sonar por las calles de la ciudad.
Otra persona
clave es, sin duda, Edgar “Gachi” Supriano, quien formó sus Estrellas del
Caribe en 1947. Director de orquesta, arreglista, guitarrista y trompetista,
llevó a su orquesta a la fama internacional. Las Estrellas tocaron durante más
de 10 años en los carnavales de Caracas, Venezuela y acompañaron famosos
artistas como Daniel Santos, Celia Cruz, Nelson Pinedo y Kiko Mendive. En los
70 eran la orquesta de planta de los hoteles Holiday Inn y Hilton de Curaçao.
Las numerosas producciones discográficas salieron en gran parte en su propio
sello “Esdelca”. Edgar solía tocar la primera trompeta en las grabaciones de la
orquesta, y presentaba un repertorio orientado en la tradición musical cubana.
En la misma
tradición de la música cubana tocaba Erquimedes “Kimo” Candelaria (1915 –
1994). Candelaria, siempre vestido de su impecable uniforme de “botón” del
sanatorio municipal, fundó varias agrupaciones musicales. Las primeras ya en
los años 30, inspirado y basándose en la música del Trío Matamoros. Era
compositor de innumerables temas, la mayoría de letra divertida y temática
social, que no han dejado de sonar hasta el día de hoy.
La
digitalización de 78s
Para los
interesados en la digitalización de 78s, le pedí a Tim de Wolf que nos de unas
recomendaciones sobre el trato y equipo que él prefiere:
TDW: De mis
tornamesas, mi favorito para los 78s es el Technics SP15, con sistema Shure SME
3012. Para preparar la grabación es importante limpiar bien el disco y a
diferencia de los vinilos, que se limpian con alcohol, a un 78 de laca jamás se
debe aplicar alcohol. Por eso utilizo agua destilada con detergente -- del tipo
de detergente para lavar platos; resulta que los más baratos son los mejores,
dado que no tienen ácido cítrico ni tampoco lanolina u otro aceite. Bien, una
vez limpiado pongo el disco a la tornamesa y miro si está bien centrado –
algunos no lo son y eso afecta al buen sonido. En este caso pongo más tapices
en la tornamesa hasta que está cubierto el pin central y me permite centrar el
disco manualmente. El peso de la aguja debe ser de un 4 a 5 gramos y es
preferible tener un brazo ligero, ajusto el aparato a 75 my.
La señal va de
la tornamesa a un pre-amplificador estéreo – aunque se trata de discos
monofónicos - y calibro de cuál de los 2 canales sale más limpio el sonido.
Curiosamente, por lo general es el canal izquierdo. Nunca uso una reducción de
ruidos --esa le quita lo que no debe quitarse... no sirve.
Para
digitalizar el audio se conecta el pre-amp a un convertidor A/D – análogo a
digital y de ahí al PC. Como programas para restaurar, mejorar el sonido, hay
varios -- el Sony Sound Forge me ha dado buenos resultados, aunque no tengo la
última versión, o el Cedar Audio.
En fin es
cuestión de gusto qué programa usar; el manejo de los que mencioné no es tan
complicado, por eso me quedo con esos.
Grabo en
formato de wave, a 16 bit con 44 kHz – se puede aumentar a 96 kHz, pero de
hecho no puedo notar una diferencia audible.
Para más
detalles, visiten en el portal de Tim
http://www.audioarcheologie.nl/
(en holandés)
* Tim de Wolf,
“Discography of the Music from the Netherlands Antilles & Aruba”, Prins
Claus Fund / Walberg Pers, Nederlandia 1999 (agotado)
** Tomado del
libreto del CD “Riba Dempel” Otrabanda Records, OTB03, 2003
2 comentarios:
Hola! Estoy investigando acerca de unas presuntas grabaciones que en 1959 realizara el cantante sonero cubano Miguelito Cuní con la orquesta ESTRELLAS DEL CARIBE. Ha sido muy importante y útil leer este trabajo y me gustaría saber si dentro de la información que has recopilado sobre Edgar Supriano y las Estrellas del Caribe has encontrado alguna información sobre su interacción con Miguelito Cuní y esas grabaciones. Muchas gracias.
Estimada Rosa,
antes de todo: ¡Felicitaciones por el excelente trabajo sobre Cuní! - valiosisimo
Respecto a tu pregunta - ya nos estuvimos comunicando a través de Sergio.
El artículo arriba salió originalmente en Herencia Latina > http://www.herencialatina.com/curacao/curacao_aruba.htm
Para cualquier inquietud, a sus órdenes, escribeme a : evelynraetz@yahoo.es
Cordial saludo y abrazo
Ev
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