sábado, 14 de marzo de 2020

BREVE HISTORIA DE LA SALSA EN LA ISLA DEL ENCANTO



El surgimiento de la salsa, a finales de la década de 1960, tomó por asalto los escenarios musicales en Puerto Rico y Nueva York. Se convirtió en la representación rítmica y narrativa de nuestra historia urbana moderna. Tanto a través de su sonido fuerte y agresivo como de sus letras, reclamó igualdad y libertad y clamó por un espacio propio para el gozo y el baile. 


Esta conjunción produjo textos que sirvieron para entender la historia de la nación puertorriqueña que transita continuamente en la amplia geografía entre Puerto Rico y Nueva York. Más allá de los márgenes de tensión y rudeza social que sus formas interpretativas trajeron a los escenarios, en su narrativa, la salsa dramatizó y resaltó las penurias que atravesaban los puertorriqueños pobres. Fueron ellos quienes, desde mediados del siglo pasado, formaron parte del circuito migratorio hacia la ciudad de Nueva York.

La gesta musical de esta nueva sonoridad, desde la perspectiva sociológica se inscribe en el movimiento contracultural que emergió en Estados Unidos a finales de los años 60 y que representó una nueva forma de ver la historia. Esta nueva perspectiva proponía el rompimiento con lo que se conoce a través de la cultura estadounidense como el “sueño americano”. De esta manera, lo que a principios de la década del 70 se comercializaba con el nombre de salsa, se convirtió en una manera de hacer música, que marcó la ruptura de una generación con las normas tradicionales y su reclamo de mayor reconocimiento social y de justicia.


La salsa, como forma musical, es el resultado de la evolución y combinación del son montuno cubano, la rumba, la bomba, la plena, así como de algunas tendencias armónicas de la tradición negra estadounidense que incluyen el jazz, el rhythm and blues, el funky y el soul. Los protagonistas de ese movimiento son principalmente músicos puertorriqueños que supieron articular nuevos patrones y alteraciones rítmicas progresivas. El resultado fue un sonido fresco que definía su colectividad. Lo hicieron desde la Isla y los barrios pobres de Nueva York con un canto novedoso y una cadencia y acento que la convierte en música bailable. Se fundamentó en las formas y estilos de la tradición popular afrocaribeña, pero con un nuevo swing. Por esta razón es que se ha constituido en una de las expresiones musicales que más definen la identidad caribeña del siglo XX.

En el mercado, la salsa se presentó como uno de los híbridos, mejor logrados, de la narración historiográfica y de la música popular caribeña. Como fórmula musical comercial, homogeneizó en un solo concepto, todas las innovaciones armónicas y melódicas labradas a finales de la década de los 60.

Antes de su surgimiento, la música del Caribe se reconocía por su diversidad. El son, el mambo, la pachanga, el cha cha chá, el guaguancó, la guaracha, la guajira, la plena y la bomba conservaban sus rasgos sonoros y tenían una identidad definida en su expresión bailable. De la misma manera, la industria discográfica respetaba la distinción de estos ritmos y procuraba mantener la rúbrica de sus sonidos en sus producciones, sin alterar sus fórmulas. En aquel momento era importante salvar las particularidades de lo latino y caribeño frente al contexto del mundo musical anglosajón.

Con la llegada de la salsa, la historia cambió. Este género que tuvo su primer y mayor impulso desde la ciudad de Nueva York, se consolidó como tal, apoyado en los agresivos esfuerzos de mercadeo de la empresa discográfica Fania. Dirigida por el judío Jerry Masucci y el dominicano Johnny Pacheco, la nueva constelación de artistas -en su mayoría puertorriqueños, y caribeños – se posicionó con éxito en el mercado musical.

En la lista de esas grandes figuras están, entre otros, Ray Barretto, Willie Colón, Bobby Valentín, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Pete “El Conde” Rodríguez, Adalberto Santiago, Eddie Palmieri y Larry Harlow. También están Richie Ray, Bobby Cruz, Celia Cruz, La Lupe, Cheo Feliciano y Rubén Blades. Al grupo se suman otras leyendas salseras que, establecidas en Puerto Rico, realizaron una de las contribuciones más importantes al desarrollo del género, como: Ismael ” Maelo” Rivera, Rafael Ithier, Tommy Olivencia, Willie Rosario, Andy Montañez, Raphy Leavitt, Elias Lopés y Roberto Roena.

La historia de la salsa no estaría completa sin consignarle una mención especial al trabajo realizado en Puerto Rico desde la década del 1950 por Rafael Cortijo y su Combo. El mismo está inscrito en los fundamentos que originaron este movimiento. El estilo de Cortijo y su Combo, con la participación vocal de Ismael Rivera, revolucionó la música del Caribe. El nuevo ritmo tomó como base la evolución de la tradicional música de bomba y plena puertorriqueña con arreglos musicales trabajados en gran parte por el trompetista Quito Vélez. Aunque éstos no eran muy elaborados, con su sonoridad devolvió a la percusión el predominio que había perdido en la industria musical debido a la fuerza de las grandes agrupaciones estilizadas.

Cortijo y su Combo desarrollaron, a mediados del siglo pasado, sin el apoyo de las poderosas disqueras, la aportación más importante en el pentagrama antillano. Su fórmula, diferente a la utilizada por las famosas big bands latinas del mundo neoyorquino, tuvo entre sus principales exponentes a Tito Puente, Frank “Machito” Grillo y Tito Rodríguez.

Para entender la historia de la salsa es esencial evocar a todo el grupo de músicos y cantantes que la interpretaron. Todos fueron protagonistas de un nuevo capítulo de la narración musical en el Caribe y enarbolaron los signos que definieron nuestra nueva identidad sonora y social.

Autor: Hiram Guadalupe Pérez

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