El Día Nacional de la Salsa, en su trigésimo cuarta edición, celebrada el pasado domingo en el Estadio Hiram Bithorn, es una expresión sociocultural que trasciende el aspecto meramente artístico y musical para representar, durante una maratónica jornada de 12 horas, el pulso vital de un gran sector del pueblo puertorriqueño.
La gente que creció con Fania, ‘baby boomers’
en su mayor parte y centenares de adultos jóvenes de la generación x,
abarrotaron a media tarde la instalación deportiva, revelando con elocuencia lo
arraigada que la salsa está en sus vidas.
Hay dos celebraciones del Día Nacional: la que
ocurre dentro del estadio y la que se desarrolla desde el amanecer en el
estacionamiento. Familias y corillos de amigos llegan y estacionan; establecen
sus campamentos con toldos para protegerse del sol y de la lluvia, se dan la
fría y comen. Es normal divisar parrillas y calderos de arroz y cacerolas de
guisados que comparten mientras escuchan La Z o la salsa que reproducen en sus
autos, neutralizando a veces o pasando inadvertida la música que se interpreta
en la tarima.
La Z, la emisora de Puerto Rico que con mayor
consistencia y credibilidad promueve la salsa, tarde o temprano enfrentará el
reto de apelar y atraer a un público más joven, pero no hay duda de que
mantiene intacto su poder de convocatoria que trasciende, incluso, a los
melómanos salseros de repúblicas como Ecuador, Colombia, Panamá, Venezuela y
Perú, cuya capital Lima atraviesa por una emergencia nacional a consecuencia de
fuertes lluvias torrenciales.
Adentro, en el corazón del rollo, la salsa
desencadena el contoneo enloquecedor de las caderas, cinturas y piernas de
parejas y bailadores solitarios que se rinden a la clave afroantillana mientras
no faltan los salseros que desenfundan sus maracas, güiros, cencerros y palitos
para disfrutar al ritmo de las orquestas que desfilan por la tarima del Día
Nacional de la Zalsa.
Este año, según se anunció, el evento comenzó
puntual, a las 10:15 a.m., con el debut de la Orquesta El Macabeo. Al cierre de
esta edición, Macabeo sobresalía entre lo mejor del festival en ensayo,
integración, interpretación, sonido, proyección y originalidad.
Cuando finalizaron, el programador de La Z,
Néstor Galán reconoció su brillante presentación. Esta banda, subestimada por
no pocos salseros de la mata, se consagró en el Día Nacional y por derecho
propio debe regresar a esta tarima en un horario de mayor alcance y exposición
al público salsero.
Su receta de salsa social entraña una sátira
de las situaciones más absurdas e inverosímiles de la cotidianidad social
puertorriqueña. Así, los textos de “Armonía”, “La buena voluntad”, “Lluvia con
sol”, “La maldición colonial”, “Cogiendo pon”, “Supermercado” y “Saco e’
trampa” tienen mucho qué decir en el universo de letras banales, rositas y
superficiales que caracteriza parte de la producción salsera en 2017. Sin
muchas pretensiones, los grandes subestimados del Día Nacional de la Zalsa no
se amilanaron y a las 10:15 a.m., cuando la gente apenas llegaba o desayunaban,
demostraron su profesionalismo. Macabeo, integrada por José Ibañez (bajo y
dirección), Luis de la Rosa (cantante), Javier Santiago (maracas y coros),
Aníbal Vidal (piano y coros), Enrique Chávez (timbales), Julio Ortiz (congas),
Gabriel Beauchamp (trompeta), Horacio Alcaraz(trompeta), Héctor Lind (trombón)
y Yussef Soto (saxofón), apela al público joven que necesita la salsa porque,
como se sabe, los grandes exponentes del género no son eternos.
Otro talento juvenil, que representa no solo
el futuro de la expresión, sino el presente, es Juan Pablo Díaz, el segundo en
la alineación del Día Nacional de la Zalsa. Con su orquesta, configurada para la
ocasión por maestros como José Gazmey, Rafi Torres y Ricardo Pons, entre otros,
Juan Pablo presentó una selección de sus discos “Díaz” y “Fase II”. El volumen
del sonido y el balance de los instrumentos en la consola de audio, empero, no
fueron muy favorecedores, pero el joven cantautor demostró con “Día tras día”,
“A pie”, “La gallera” y “Canten” que es un exponente auténtico que conoce los
secretos y particularidades del género. Su tributo a Cheo Feliciano, con
“Nina”,fue un gesto noble y humilde de su parte.
Con Luisito Carrión, el primero de varios
homenajeados en el DNZ, los bailadores se pusieron las botas y se soltaron. Su
banda suena bien aceitada y el salsero sabe escoger muy bien sus canciones.
Esta tarde presentó un repertorio balanceado. De su etapa con Bobby Valentín no
faltó el humor de “Toqué, toqué”. Con su interpretación de “Modelo de la
noche”, enfocóel tema de la prostitución en la sociología salsera. Y con
“Yaré”, éxito que pegó con la Sonora Ponceña, honro a su compositor Raúl Marrero,
homenajeado en el festival. Con el público bailador en la palma de su mano,
durante la presentación de la orquesta de Don Perignón, con los soneros Joe
González, Josué Rosado y Riko Walker, se desató un fuerte aguacero que, aunque
provocó que muchos corrieran a guarecerse, no desanimó al público que aún a las
3 p.m. seguía arribando al Bithorn.
Perignón, como se conoce al timbalero Pedro
L. Morales Cortijo, dejó la tarima encendida con su éxito “Cáscara con
afinque”, continuando la jornada con el grupo colombiano Niche y con otros
artistas como Andy Montañez, José Alberto ‘El Canario’, Víctor Manuelle, El
Gran Combo de Puerto Rico y la Orquesta del Día Nacional de la Salsa que,
dirigida por Louis García, acompañó a Guillo Rivera, Carlitos D’ Castro, Camilo
Azuquita y La India.
Por Jaime Torres Torres para Presencia
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