jueves, 7 de abril de 2011


"La timba ha protagonizado los escenarios de la música popular en los últimos años. El tiempo podría dar fe de la magnitud del hecho músico-bailable. Mientras tanto, sigue presente en el repertorio de una parte importante de las agrupaciones emblemáticas de la música popular bailable cubana"...

Neris González Bello y Liliana Casanella Cué Santiago de Cuba.


Durante la última década de la pasada centuria apareció en el contexto musical cubano un nuevo término muy utilizado por los creadores e intérpretes para la identificación de su quehacer artístico más reciente dentro del ámbito de lo popular bailable: la timba, la que desde entonces ha protagonizado los escenarios musicales. Precisamente en torno a ella se centra una de las agudas polémicas actuales de críticos, investigadores y musicólogos, en la que, como suele ocurrir, coexisten desde posiciones de defensa y acusaciones hasta las evidencias de un total desconocimiento del tema. En la época actual se destacan dos acepciones estrictamente musicales. La primera de ellas ha servido para nombrar, por convención intuitiva, toda la producción bailable de los 90, independientemente de estilos y códigos específicos. La segunda, por su parte, se refiere a la manifestación o posible género concreto, con sintaxis y caracteres estilístico-expresivos propios bien diferenciados.


Una tercera, de otra índole, proviene del ámbito extramusical para emplear dicha nomenclatura como concepto de marketing, que intenta diferenciar las composiciones nacionales sonero-salseras de los últimos años, de las producidas fuera de la Isla. El hecho es que tal fenómeno musical (y su vocablo) cristalizaron y se acuñaron como estilo/género a principios de la década de los 90, cuando sus rasgos ya estaban presentes en el repertorio de varias agrupaciones con los antecedentes referidos, y de otras que habían surgido desde el lustro anterior, cuya creación era denominada hasta entonces de otro modo, fundamentalmente como salsa, con todos los apellidos que se le quisieron adjudicar. Terciar sobre el asunto se convierte ahora en una tarea importante y necesaria, teniendo en cuenta los pocos estudios y las escasas fuentes especializadas que sobre el mismo existen, sin pretender, no obstante, poner punto final a la serie de discusiones y criterios contradictorios que se han generado hasta la fecha. La teorización en torno a la timba constituye un empeño realmente complejo al tratarse de un suceso muy actual, sensible incluso a variar como proceso dialéctico. De igual modo, en el campo de los estudios teóricos de la música es vital establecer un distanciamiento temporal para emitir criterios concluyentes, hecho que resulta imposible en el presente objeto de investigación, considerando las características del mismo. Estamos en presencia de una manifestación que durante la década de los 90 marcó lo medular de la música popular bailable en la Isla, y aunque su protagonismo ha sido variable, es indudable su fuerte incidencia en nuestro entorno como portadora de una serie de elementos propiamente musicales y extramusicales concretos, que posibilitan un mejor acercamiento a ella para su definición. Los antecedentes u orígenes del término en Cuba se remontan a décadas anteriores. Múltiples han sido sus significaciones para referirse a aspectos bien diferentes. En el ámbito musical, hay indicios que señalan, por una parte, a ciertos elementos introducidos por la banda Irakere, y por otra, a nutrientes de la rumba, como dos de los puntos referenciales o fuentes cercanas, pues el público participante o los tocadores, a veces acudían a la expresión “la timba está buena” para aludir positiva y emocionalmente a la riqueza de contrastes rítmicos y al ambiente que la misma provocaba.

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